domingo, 29 de julio de 2012

Perdonar


Perdonar es de valientes, pero también de inteligentes, de personas abiertas y tolerantes… y yo puedo sentirme orgullosa de haberlo hecho. Orgullosa porque, perdonando, no sólo la perspectiva cambia, sino que los tonos pardos se vuelven más vivos y la paz lo inunda todo.
Sobre todo si perdonas a personas con las que habías tenido una relación profunda: de amistad, familiar, de amor… Porque, si en algún momento tuviste una relación con esa persona fue porque valió la pena, porque era alguien tan especial que consiguió arrancarte lo más valioso en esta vida, lo único que no podemos conseguir aumentar por nada del mundo, el tiempo.  Nuestro tiempo.

Y, si es así, perdonando consigues que los recuerdos sean más coloridos, más vivos, más reales... al no estar impregnados de ese rencor que lo emborrona todo. Ese rencor que aparece cuando no lo conseguimos. Un sentimiento muchas veces incontrolable, que sólo podemos hacer desaparecer cuando perdonamos.

Y, aunque el perdón no es fácil, aunque a veces lo parezca. Es algo tan hermoso que nos permite cambiar nuestro punto de vista. Porque cuando la relación con una persona se acaba no tiene porqué romperse para siempre, puede, ¿por qué no? Transformarse, cambiar, mutar… Quizás una persona no está hecha para ser tu pareja, pero si  podría ser tu mejor amigo. O puede que un amigo sea la persona que realmente debería amar. O quizás deberíamos dejar las etiquetas, los estereotipos y, simplemente, dejarnos llevar por las emociones, no poniendo las tradicionales barreras a las relaciones… sino las nuestras propias… porque todas las personas son un mundo, porque no hay una relación igual…

Quizás deberíamos dejarnos llevar, suena demasiado bien para no intentarlo, ¿no crees? 


Tomando el lado positivo


La mayoría de las veces, el camino que seguimos no es tan fácil como creemos. Los obstáculos aparecen de la nada y aunque muchas veces podríamos verlos venir con un simple vistazo a nuestro alrededor, estamos tan ensimismados en nuestro mundo, en lo que consideramos más importante, que finalmente nos sorprenden en el mejor de los casos.

La diferencia radica en saber afrontar los obstáculos y no hacer un océano de una simple gota de agua. Pero si, además, intentamos aprender de cada suceso, de cada situación, evento o pérdida, no sólo conseguiremos ser más felices sino que, además nos construiremos a nosotros mismos, nos haremos crecer.